Hay gente que no soporta la niebla. Dicen que es como si el
día se les echara encima, que el velo que va dejando no les deja ver a lo
lejos, o incluso que les causa frío y miedo.
Yo tengo otra manera de interpretarla. En un día como hoy,
uno percibe lo que pasa. La niebla te cubre con un manto de realidad, y aunque
no puedas ver lo que hay unos metros más allá (algo a lo que estamos
acostumbrados) puedes ver lo que realmente importa, puedes observar el mundo
creado en ti mismo. Y es entonces, en ese preciso instante, en el que decides
sentarte en un banco que siempre has visto y en el que jamás habías parado. Y
ahí, casi sujetando las nubes caídas con tus párpados, te baña una doble dosis
de realidad.
Es la niebla, que viene a decirte que se acaba otro de esos
malditos ciclos que algunos llaman años, y lo hace con una de esas películas de
doble mensaje y recuerdos. Caes en la cuenta, y tienes que reconocerlo: ha
pasado todo un tramo de idas y venidas, de subidas y bajadas, y en realidad, la
historia no ha cambiado nada… no. Porque, en todo este puto tiempo ( y no hablo
solo de un año) nadie, absolutamente nadie, te ha conocido realmente… ni
siquiera una milésima parte de lo que eres: nadie sabe porqué ríes, porqué
lloras, qué es lo que te emociona o qué sueños te gustaría cumplir… nadie se
detiene más de un segundo en conocerte. Si lo hicieran, sabrían que lo único
que quieres es pararte un buen rato a escuchar el silencio con alguien
especial, en medio de todo el bullicio y la desesperación del día a día.
Pero no culpo a nada, el mundo es así, con sus terremotos de
prisa y de satisfacciones a corto plazo. Es por ello que, cuando te paras a
pensar en si alguien ha conseguido tenderte la mano más allá de la niebla, comprendes
que estás frente a una jodida pared de frontón, lanzando una pelota que siempre
rebota contra ti.
Al final, tanto jugar, tanto crear algo y creerlo, desgasta.
Por eso estás en ese banco, poniendo tus sentimientos, tus emociones, tus
sueños… repartidos por asientos aleatorios dentro de un avión de papel,
esperando que algún día despegue… Ahora no lo sé. Hay niebla. Dos mil trece.
Crece…
Gioseer
Esa niebla estará siempre a nuestro lado, viene junto al aire que respiramos y se refleja en nuestra manera de sentir y ver la vida!
ResponderEliminarPero esa letra me ha gustado mucho, como siempre, a tu marena sabes llegar a la gente.. besos
Al final siempre nos damos cuenta que la niebla esta aquí. Y no se por que precisamente al final de un comienzo nos sentamos en el banco a esperar que despegue el avión... Gracias por tus letras...
ResponderEliminarMe alegra ver que acabáis pensando en la niebla como algo más que un simple fenómeno meteorológico.
ResponderEliminarGracias a vosotras por pasar un minuto de vuestro tiempo por aquí y comentar =)
Muchísimas gracias por haber seguido mi blog, tienes un blog magnífico, sigue así! Un beso.
ResponderEliminar